jueves, 5 de abril de 2012


Los mártires de abril no deben ser olvidados


En Nicaragua NO queremos más dictaduras 


El complot antisomocista del 4 de abril de 1954 fue un intento heroico pero lamentablemente fallido para terminar con la dictadura del viejo Somoza, y con los preparativos de la dinastía que para ese tiempo ya se estaba preparando para heredar el poder.



Tomado del diario La Prensa de Nicaragua. - En aquella época la situación política del país era tensa, se mostraba atada a serias complicaciones por las reiteradas violaciones a los principios de la Constitución por parte del dictador, que impedía la apertura hacia la democracia que era la principal inquietud del pueblo que aspiraba al establecimiento y la consolidación de un Gobierno inspirado en el respeto al pluralismo político e ideológico.

La revelación del complot por parte de un traidor que se infiltró en el movimiento, fue uno de los principales motivos del lamentable fracaso. Somoza García sabía que en el pueblo se frraguaban conspiraciones para derrocarlo y puso en ejecución su tenebrosa advertencia: “Palo a los indiferentes y plomo al enemigo”. El baño de sangre fue impactante, cayendo fulminados por las balas asesinas del régimen veintitrés valientes nicaragüenses que demandaban la redención de esta patria que agonizaba bajo la opresión y se le negaban su libertades y sus derechos. La dictadura sembró el terror en el suelo nacional y las temibles cárceles del desaparecido Palacio Presidencial de Tiscapa de llenaron de prisioneros políticos. De ellas salían los clamores de Pablo Leal y del patriota chontaleño Adolfo Báez Bone, cuando con sadismo y crueldad eran vapuleados por el diabólico “Tachito”, el dinasta que parecía haber obtenido una “maestría” en el crimen en West-Point. Después se ensañó en las cámaras de torturas con Jorge Rivas Montes y el resto de reos políticos que tuvieron la desgracia de caer en manos de aquel individuo que usaba lentes oscuros, pretendiendo en vano ocultar la imagen de su alma enferma.

En aquella conjura de inmensurables dimensiones y que “tiñó con sangre de hermanos el glorioso pendón bicolor” de la Patria, ofrendaron sus vidas por la libertad y la democracia: Francisco Granillo, Francisco Madrigal, Francisco Caldera, Manuel Agustín Alfaro Carnevallini (padre de Indiana, y Agustín Alfaro López), Edgard Gutiérrez, Humberto Ruiz, los hermanos Adolfo, y Luis Felipe Báez Bone, Pablo Leal Rodríguez, Optaciano Morazán, Antonio Velásquez, Guillermo Gutiérrez, Juan Martínez Reyes, Rafael Praslin, Juan Ruiz Traña, Manrique Umaña, José María Tercero Lacayo, Luis Felipe Gabuardi, Pedro José Reyes, Carlos Ulises Gómez, Amado Soler, Miguel Ramírez, y Ernesto Peralta.

El épico episodio del 4 de abril, que hace 58 años sacudió de patriotismo los cafetales de Carazo, Brasil Grande y Cuatro Esquinas, no terminó con la inmolación de sus héroes. Aquella gesta todavía hoy sigue sirviendo de ejemplo en la continuación de la lucha por la libertad, porque para nuestra sociedad y nuestro pueblo las dictaduras de derecha, y de izquierda son igualmente dañinas y destructivas, entorpecen el advenimiento de una auténtica democracia que todavía no ha llegado. Una democracia que es de vital necesidad para la construcción de una Nicaragua en la que se respeten los derechos fundamentales de las personas, una patria libre por la que ofrendaron sus vidas los mártires de abril de 1954 que no deben ser olvidados jamás.

Solo entonces se podrá decir que su sacrificio no fue en vano. El autor es periodista de Somoto

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